Un espacio dedicado al difícil arte de relacionarse con los demás: bautismos velorios, casamientos, divorcios, la primera vez, la última.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Instrucciones para subir una escalera

 Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se situó un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
   Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).
   Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Nacimiento y casamiento, una cuestión de vida o muerte

A la hora de emprender cualquier negocio como ser un quiosco, una verdulería o cualquier otro, lo primero que uno se pregunta es: ¿en qué esquina lo ubico? y uno, improvisado, comienza a realizar una serie de estudios que rayan mas con la parapsicología que con un serio análisis de marketing.
Para evitar toooodo este desgaste innecesario, Máscronopiosymenosfamas ha realizado un exhaustivo análisis de la relación que existe en Rosario entre los NACIMIENTOS y los CASAMIENTOS (civiles, obviamente) desde el año 1995 hasta el pasado 2010.
Los datos oficiales, de la mismísima Municipalidad de Rosario, nos revelan un interesante panorama como ser la cantidad de nacimientos que se producen por fuera de la institución "matrimonio" lo cual no sería ningún notición.
Sin embargo, si tenes 30 años, vivís con tus viejos, hace 8 que no podes "conseguir nada" y el negocio que iban a encarar con tu novio nro 43 se esfumó con la pasión y para contrarrestar todo eso (y evitar el desalojo inminente), pensaste en encarar la tan renombrada y  costosa carrera de wedding planner en alguna prestigiosísima universidad que auspicia a Los Simpsons, quiero que sepas que desde Máscronopiosymenosfamas que NO LO HAGAS. La gente NO SE CASA, sólo tiene hijos... dedicate a organizar bautismos.
Y ahora : los números
Un cronopio que también se equivoca

domingo, 13 de noviembre de 2011

El ritual de la Comunión Cristiana

Dentro de la vida de un niño, sin dudas, la Comunión es un paso muy importante, para él o ella y para su familia.
Para el cristianismo, la comunión o eucaristía es el sacramento que consiste en la transformación de un pedazo de pan (conocido como hostia) y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo para que estas sustancias sean recibidas por el creyente.
El sacerdote es la única persona habilitada para realizar este rito de transformación. La comunión supone la unidad del hombre con Dios y refleja el sacrificio del Hijo que entrega su carne para la salvación de la humanidad.

Sin embargo, nosotros nos preguntamos, ¿cuánto cuesta la comunión? ¿Cómo se organiza? ¿A todos les gusta?


jueves, 27 de octubre de 2011

¿Cómo afrontar los compromisos de Fin de Año?

Se viene fin de año y con ello aumenta la cantidad de reuniones y encuentros sociales a los que debemos asistir. El estrés aparece como un fantasma difícil de evitar. Desde nuestro medio queremos ayudarte a pasar por estos trances sin pasar por ridículo, ni tener picos de tensión. 


El psicólogo Miguel Espeche, coordinador del Programa de 
Salud Mental Barrial del hospital Pirovano, señala que estos desequilibrios son razonables por la forma de vida de la mayoría de las personas. "Al cansancio de un año laboral, cuando merman nuestras energías, le sumamos un montón de actividades concentradas en diciembre". Y agrega que "Encima nos exigimos hacer un balance, que significa sumar estrés extra. Deberíamos evitar eso: vivir más de contado y menos con débitos y balances". La nota completa aquí.


Existen algunos tips de protocolo difíciles de eludir, para que estés más preparado, aquí van algunos vinculados con la Navidad: 







-         Si sos vegetariano/a y te invitan a comer a la casa de tu suegro un chivito, comentarios a evitar: ¿un chivito es una oveja pequeña? ¿y cómo lo mataron? En el sur lo hacen mejor. Todo comentario despectivo hacia el asador estará siempre mal visto. Tampoco se debe preguntar por el costo de la cena si uno fue invitado, y por último, no preguntar cómo llega el animal a la mesa.
-         Sos alérgico a la garrapiñada; cómo evitar la mesa dulce. El recurso de ir al baño sólo debe ser usado dos veces en el lapso de una hora. Si no, las miradas sospechosas hacia usted irán en aumento. Ser alérgico es una enfermedad, así que no tengas miedo en exponerlo, pero busques victimizarse.
-          Flatulencias: un tema tabú. Ante la duda siempre optá por el “mudito”, será el más oloroso, pero nunca delatará a su propietario. Como primera medida, levantar levemente la pierna, derecha o izquierda, y separar sigilosamente el cachete del roble.  Recomendamos probar previamente la silla, para corroborar que no genera ruidos molestos. No se lo endilgue siempre al perro, la flatulencias caninas tienen un olor muy particular.




Para prevenir posibles intoxicaciones o las consecuencias indeseables del sobrepeso, la nutricionista María José Fierro recomienda tener en cuenta que "hay factores nutricionales que son claves a la hora de evitar el nerviosismo y la ansiedad por comer más... Lo primero que debemos hacer para no subir de peso en estas fechas, y ojalá implementar a lo largo del año, es comer varias veces al día, ojalá unas 5 veces o cada 3 horas"
Algunas otras recomendaciones en este completo informe.

Otro aspecto clave de disputas de sobremesa es la religión. Se calcula que en Argentina viven 300.000 judíos, el dato surge de un relevamiento realizado por el Proyecto Cultural YOK. Es decir que las posibilidades de compartir una reunión judía no son pocas. Sobre todo si esto ocurre en ciudades como Buenos Aires o Rosario.

       Entonces, si vas a una reunión judía, ellos no festejan navidad sino Hanukkah y lo hacen varios días antes. Evita preguntas relacionadas a la llegada de Papá Noel y el nacimiento de Jesús.




-       Otra familia lingüística y cultural es la italiana. En este caso, las posibilidades suben casi en un 100 % respecto del caso anterior. Si te reúnes con una familia de tradición italiana, debes saber que está bien visto mancharse la camisa con salsa. Y mucho menos refregarse con alguna de las mangas. 







Como puede observarse, alimentos, religión, nacionalidad, son varias aristas a tener en cuenta para evitar momentos incómodos y lo que es peor aún: el estrés. Además, una alta dosis de buen humor, será agradecida por su organismo. En este caso, recomendamos también la lectura del ensayo La risa, de Henry Bergson o una selección de chistes del Negro Corona. 


Y controles médicos, en caso de ser necesario. Por ahora, esta es sólo una primera parte de una serie de informes que recibirás en nuestra página y podrás seguir diariamente en Facebook y Twitter.



sábado, 22 de octubre de 2011

MasCronopios lanza un espectacular concurso



Contame la foto en 140 caracteres
 
Para participar: 
 
1) Subir a la página de facebook de mascronopiosymenosfamas una foto de un evento social: cumpleaños, bautismo, casamiento, velorio, etc.
2) Redactár en 140 caracteres un relato original contando la foto. La forma de relatar es libre: puede ser descripción, diálogo, minificción u otra que quieras.
3) El relato más original ganará un premio sorpresa. Hay tiempo hasta el 4 de noviembre.

Foto de publicidad: El cumpleaños de la directora, de Marcos López.





 

jueves, 20 de octubre de 2011

Los consejos de Isidoro

Esta nueva entrega es un material de consulta indispensable, de una riqueza singular, para quien alguna vez escriba un libro; pero también, para aquellos que sean invitados a presentarlo. Consideramos que escritores, periodistas, abogados, médicos, arquitectos, por nombrar sólo algunas profesiones, pueden pasar por ese momento de emoción y tensión, de temor y temblor, que implica dar a conocer una obra literaria, o bien presentar el libro de un amigo, tío, esposa, ex esposa, hermano/hermana. Hoy, lo que sobran son escritores y lo que faltan, lectores, o eso es lo que dicen.  
El escritor argentino Isidoro Blaisten se animó a redactar sus 19 consejos útiles para presentar un libro, pero no cualquier libro, sino el propio, el redactado por uno mismo. Y se imagina que ese libro será de poesía, porque como dice un amigo suyo “la poesía es fácil, toda chiquita y para abajo”. Los consejos, pueden ayudar también a quien asista a una presentación, ya sea para ocupar alguno de los papeles de reparto, o al  menos para saber de qué va ese momento cumbre en la vida de quien presenta el libro. Cumbre que, como resuena en el lugar común, mientras más alta, más fuerte la caída. Pero bue…  
Mascronopiosymenosfamas realizó una selección especial para sus lectores, aquí vamos:
1)     Toda presentación deberá constar de: a)  Un presentador (escritor conocido); b) otro presentador (escritor desconocido pero que sea amigo de ley.  De esos que uno está seguro de que van a hablar bien y no uno de esos degenerados que salen con cualquier cosa); c) un actor (conocido) para que lea los poemas; d) un guitarrista (desconocido) que toque “Zamba pa’ no olvidar”; e) un conjunto vocal que toque “Adiós Nonino” con la boca.
2)     Asegurarse la asistencia de nueve tías canosas con tapado de piel, un tío eufórico para servir el vino y un tío melancólico para que se pasee sin hablar.
3)     Servir vino con amaretti. Una damajuana está bien.
4)     Invitar a dos escritores de bien ganado prestigio y a una compañera de trabajo para que diga “mirá, mirá, mirá quién está”.
5)     El presentador no tiene que haber leído el libro previamente, para que la presentación gane en espontaneidad y frescura.  Comenzará la misma así: “Un libro no necesita presentación.  Y menos un libro como éste…”, y finalizará con: “He aquí una invitación a la aventura, a la poesía, a su mundo”.
6)     Cada vez que el presentador nombre al autor deberá mirarlo.
7)      Los asistentes masculinos (en adelante llamados el acechante) y las asistentes femeninas (en adelante llamadas la soledosa) deberán despreocuparse totalmente de la lectura pero estarán atentos cuando todos se desconcentren para la cena.
8)      Toda presentación concluirá con una cena.  La cena será en “El Dorá”, “Il ré dei vini” o “El rey del bife”.  Nunca en otro lugar.
9)      El autor deberá aprender 11 dedicatorias básicas, dejando su número de teléfono debajo de la firma si la adquirente lo justifica, si no, no.  Verbigracia: el autor preguntará: “¿cómo se llama?” Adquirente: “Amelia”.  El autor escribirá: “Para Amelia, en esta noche, por el encuentro. Otoño del 77.”
10)   Los dos primeros libros serán dedicados a los dos autores de bien ganado prestigio.  El autor escribirá: “A Jorge Luis Luzuriaga, cuyo libro El Rehta me hubiera gustado haber escrito.  Con admiración, el autor”.
11)  Se dedicarán los libros con marcador verde, de trazo chanfleado, para que la letra salga con más personalidad.
12)  Si el autor viere que el tío eufórico persigue a uno de los escritores de bien ganado prestigio para preguntarle “¿Y? ¿Qué me anda escribiendo ahora, don Jorge Luis”, deberá impedirlo.
13)  Si hacia el fin de la cena, cuando ya nadie tiene nada que decirse, el autor viere que en la punta de la mesa un mamado se obstina en leerle el libro en voz alta a todo el mundo, el autor influirá sobre los demás invitados para alejarse en silencio, dejarlo solo, y si es posible confundirlo entre los comensales de otra presentación.
14)  Me olvidaba: las soledosas y los acechantes no deberán sentarse a la mesa del festejo rodeando al autor, no, porque las tías impedirán toda comunicación humana.
15)  Apoyo logístico: Conviene que el autor, con tiempo, reserve parte de la mampara del patio, la parte de arriba del placar y todo el techo del ropero de la pieza de la muchacha para poner los 1.477 libros sobrantes de la edición de 1.500 ejemplares.
16)   La Vuelta a casa. En la alta noche, cuando los gatos sobre los tejados vigilan su alta fosforescencia, atravesando las calles semivacías, oyendo el taconear de sus propios pasos, el autor o la autora deberán tratar de ser felices.  No deberán pensar en las pilas de libros, en los paquetes sin abrir, en el polvo y el tiempo metiéndose entre los intersticios del olvido.  Después con el tiempo, tendrán todo el tiempo del mundo para pensar.  Podrán pensar que Neruda vendió los muebles de su casa para pagar la edición de su primer libro; que Stendhal vendió once ejemplares de Rojo y negro en siete años; que Kafka se murió sin ver un solo libro publicado; que André Gide rechazó los originales de En busca del tiempo perdido por no considerarlos dignos de publicación.  Tendrán tiempo de pensar en todo eso. Más aún: tendrá tiempo de pensar con el príncipe de Shakespeare: “Es cierto que es una lástima, y es lástima que sea cierto”.
Del libro “ANTI-CONFERENCIAS”, Emecé, Bs.As., 1983.
Imagen: www.listocomics.com/.../2009-02-13-libro-digital.gif

sábado, 15 de octubre de 2011

Conducta en los velorios





      No vamos por el anís, ni porque hay que ir. Ya se habrá sospechado: vamos porque no podemos soportar las formas más solapadas de la hipocresía. Mi prima segunda, la mayor, se encarga de cerciorarse de la índole del duelo, y si es de verdad, si se llora porque llorar es lo único que les queda a esos hombres y a esas mujeres entre el olor a nardos y a café, entonces nos quedamos en casa y los acompañamos desde lejos. A lo sumo mi madre va un rato y saluda en nombre de la familia; no nos gusta interponer insolentemente nuestra vida ajena a ese dialogo con la sombra. Pero si de la pausada investigación de mi prima surge la sospecha de que en un patio cubierto o en la sala se han armado los trípodes del camelo, entonces la familia se pone sus mejores trajes, espera a que el velorio este a punto, y se va presentando de a poco pero implacablemente.
   En Pacífico las cosas ocurren casi siempre en un patio con macetas y música de radio. Para estas ocasiones los vecinos condescienden a apagar las radios, y quedan solamente los jazmines y los parientes, alternándose contra las paredes. Llegamos de a uno o de a dos, saludamos a los deudos, a quienes se reconoce fácilmente porque lloran apenas ven entrar a alguien, y vamos a inclinarnos ante el difunto, escoltados por algún pariente cercano. Una o dos horas después toda la familia esta en la casa mortuoria, pero aunque los vecinos nos conocen bien, procedemos como si cada uno hubiera venido por su cuenta y apenas hablamos entre nosotros. Un método preciso ordena nuestros actos, escoge los interlocutores con quienes se departe en la cocina, bajo el naranjo, en los dormitorios, en el zaguán, y de cuando en cuando se sale a fumar al patio o a la calle, o se da una vuelta a la manzana para ventilar opiniones políticas y deportivas. No nos lleva demasiado tiempo sondear los sentimientos de los deudos más inmediatos, los vasitos de caña, el mate dulce y los Particulares livianos son el puente confidencial; antes de media noche estamos seguros, podemos actuar sin remordimientos. Por lo común mi hermana la menor se encarga de la primera escaramuza; diestramente ubicada a los pies del ataúd, se tapa los ojos con un pañuelo violeta y empieza a llorar, primero en silencio, empapando el pañuelo a un punto increíble, después con hipos y jadeos, y finalmente le acomete un ataque terrible de llanto que obliga a las vecinas a llevarla a la cama preparada para esas emergencias, darle a oler agua de azahar y consolarla, mientras otras vecinas se ocupan de los parientes cercanos bruscamente contagiados por la crisis. Durante un rato hay un amontonamiento de gente en la puerta de la capilla ardiente, preguntas y noticias en voz baja, encogimientos de hombros por parte de los vecinos. Agotados por un esfuerzo en que han debido emplearse a fondo, los deudos amenguan en sus manifestaciones, y en ese mismo momento mis tres primas segundas se largan a llorar sin afectación, sin gritos, pero tan conmovedoramente que los parientes y vecinos sienten la emulación, comprenden que no es posible quedarse así descansando mientras extraños de la otra cuadra se afligen de tal manera, y otra vez se suman a la deploración general, otra vez hay que hacer sitio en las camas, apantallar a señoras ancianas, aflojar el cinturón a viejitos convulsionados. Mis hermanos y yo esperamos por lo regular este momento para entrar en la sala mortuoria y ubicarnos junto al ataúd. Por extraño que parezca estamos realmente afligidos, jamás podemos oír llorar a nuestras hermanas sin que una congoja infinita nos llene el pecho y nos recuerde cosas de la infancia, unos campos cerca de Villa Albertina, un tranvía que chirriaba al tomar la curva en la calle General Rodríguez, en Bánfield, cosas así, siempre tan tristes. Nos basta ver las manos cruzadas del difunto para que el llanto nos arrase de golpe, nos obligue a taparnos la cara avergonzados, y somos cinco hombres que lloran de verdad en el velorio, mientras los deudos juntan desesperadamente el aliento para igualarnos, sintiendo que cueste lo que cueste deben demostrar que el velorio es el de ellos, que solamente ellos tienen derecho a llorar así en esa casa. Pero son pocos, y mienten (eso lo sabemos por mi prima segunda la mayor, y nos da fuerzas). En vano acumulan los hipos y los desmayos, inútilmente los vecinos más solidarios los apoyan con sus consuelos y sus reflexiones, llevándolos y trayéndolos para que descansen y se reincorporen a la lucha. Mis padres y mi tío el mayor nos reemplazan ahora, hay algo que impone respeto en el dolor de estos ancianos que han venido desde la calle Humboldt, cinco cuadras contando desde la esquina, para velar al finado. Los vecinos más coherentes empiezan a perder pie, dejan caer a los deudos, se van a la cocina a beber grapa y a comentar; algunos parientes, extenuados por una hora y media de llanto sostenido, duermen estertorosamente. Nosotros nos relevamos en orden, aunque sin dar la impresión de nada preparado; antes de las seis de la mañana somos los dueños indiscutidos del velorio, la mayoría de los vecinos se han ido a dormir a sus casas, los parientes yacen en diferentes posturas y grados de agotamiento, el alba nace en el patio. A esa hora mis tías organizan enérgicos refrigerios en la cocina, bebemos café hirviendo, nos miramos brillantemente al cruzarnos en el zaguán o los dormitorios; tenemos algo de hormigas yendo y viniendo, frotándose las antenas al pasar. Cuando llega el coche fúnebre las disposiciones están tomadas, mis hermanas llevan a los parientes a despedirse del finado antes del cierre del ataúd, los sostienen y confortan mientras mis primas y mis hermanos se van adelantando hasta desalojarlos, abreviar el ultimo adiós y quedarse solos junto al muerto. Rendidos, extraviados, comprendiendo vagamente pero incapaces de reaccionar, los deudos se dejan llevar y traer, beben cualquier cosa que se les acerca a los labios, y responden con vagas protestas inconsistentes a las cariñosas solicitudes de mis primas y mis hermanas. Cuando es hora de partir y la casa está llena de parientes y amigos, una organización invisible pero sin brechas decide cada movimiento, el director de la funeraria acata las órdenes de mi padre, la remoción del ataúd se hace de acuerdo con las indicaciones de mi tío el mayor. Alguna que otra vez los parientes llegados a último momento adelantan una reivindicación destemplada; los vecinos, convencidos ya de que todo es como debe ser, los miran escandalizados y los obligan a callarse. En el coche de duelo se instalan mis padres y mis tíos, mis hermanos suben al segundo, y mis primas condescienden a aceptar a alguno de los deudos en el tercero, donde se ubican envueltas en grandes pañoletas negras y moradas. El resto sube donde puede, y hay parientes que se ven precisados a llamar un taxi. Y si algunos, refrescados por el aire matinal y el largo trayecto, traman una reconquista en la necrópolis, amargo es su desengaño. Apenas llega el cajón al peristilo, mis hermanos rodean al orador designado por la familia o los amigos del difunto, y fácilmente reconocible por su cara de circunstancias y el rollito que le abulta el bolsillo del saco. Estrechándole las manos, le empapan las solapas con sus lágrimas, lo palmean con un blando sonido de tapioca, y el orador no puede impedir que mi tío el menor suba a la tribuna y abra los discursos con una oración que es siempre un modelo de verdad y discreción. Dura tres minutos, se refiere exclusivamente al difunto, acota sus virtudes y da cuenta de sus defectos, sin quitar humanidad a nada de lo que dice; está profundamente emocionado, y a veces le cuesta terminar. Apenas ha bajado, mi hermano el mayor ocupa la tribuna y se encarga del panegírico en nombre del vecindario, mientras el vecino designado a tal efecto trata de abrirse paso entre mis primas y hermanas que lloran colgadas de su chaleco. Un gesto afable pero imperioso de mi padre moviliza al personal de la funeraria; dulcemente empieza a rodar el catafalco, y los oradores oficiales se quedan al pie de la tribuna, mirándose y estrujando los discursos en sus manos húmedas. Por lo regular no nos molestamos en acompanar al difunto hasta la bóveda o sepultura, sino que damos media vuelta y salimos todos juntos, comentando las incidencias del velorio. Desde lejos vemos cómo los parientes corren desesperadamente para agarrar alguno de los cordones del ataúd y se pelean con los vecinos que entre tanto se han posesionado de los cordones y prefieren llevarlos ellos a que los lleven los parientes.

de "Historias de Cronopios y de Famas", Julio Cortázar, 1962. © 1996 Alfaguara